domingo, junio 17, 2007

La Ficha 16


Cuando no era más que un crio, cuando las consolas de videojuegos no eran ni ciencia ficción porque nadie se las podia siquiera imaginar, había un juego al que creo que todos hemos jugado alguna vez. Creo que se llamaba "el quince" o algo así.

El juego consistía en una serie de fichas planas, confinadas en una pieza de mayor tamaño que las alojaba a todas y de las que aquéllas no se podían sacar, pero que podían ser deslizadas a lo largo y a lo ancho. 15 piezas numeradas del 1 al 15. La finalidad del juego consistía en ordenar esas 15 fichas. El rectángulo que las contenía podía dar cabida, lógicamente, a 16 fichas, pero era la falta de una de esas posibles 16 lo que permitía al resto poder desplazarse a razón de "uno" en una de las dos coordenadas posibles, dependiendo de la colocación de sus vecinas.

Recuerdo que no era demasiado difícil conseguir ordenar los 15 números. No lo intenté demasiadas veces, pero sí recuerdo haberlo conseguido a los pocos intentos, así que no debía de ser muy complicado. La que sí me ha quedado muy viva es la sensación, bastante angustiosa, de que en el fondo el juego era un tablero incompleto y de que, por algún motivo, siempre me hubiera gustado encontrar en alguna juguetería el tablero con las 16 fichas al completo. Por supuesto, no se me escapaba que la presencia de la ficha 16 hubiera bloqueado el juego, pero me parecía un precio asumible si lo que se conseguía era, por fin la completitud.

En los últimos tiempos me he acordado mucho de este juego, pero más de aquéllas sensaciones que me provocaba.

Siempre simpaticé con la ficha 16. Jugaba a aquel juego con la secreta esperanza de que si al final colocaba todo en orden, aparecería la ficha 16 como por arte de magia, en su esquinita, abajo y a la derecha; y lo haría reluciente, porque estaría nueva. Vendría a cerrar un círculo, a premiar con su presencia el empeño de perseguirla. Sobra decir que nunca fue así.

La iluminación me vino cuando llegó a mis manos una versión de este juego que, si bien no estaba completo como yo deseaba (obviamente), sí que venía con una piececilla de "quita y pon" que cubría el hueco maldito, probablemente para evitar que el resto de piezas "oficiales" se desplazasen durante los transportes, etc. La pieza "advenediza" no era sino un mero circulillo de plástico con un pequeño asidero en su centro que permitía tirar de ella hacia afuera para liberar el espacio (sí, ese espacio ignominioso) que permitiera volver a jugar.

Y ahí me vino la luz. Esa pieza impostora había hecho aparecer, al menos para mis ojos, la ficha 16.

Todo el juego se basa en ella, en que no está pero permite con su ausencia que el juego se desarrolle. Es la ficha más importante del juego. El vacío que deja permite que ese juego cruel alcance el éxito de negarla definitivamente; porque al final, relegando su vacío a la esquina inferior derecha, hasta su ausencia se desdeña.

Así que tuve que dejar de jugar a algo tan estúpido como negarle a una pieza humilde su mero derecho a no estar.

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