miércoles, octubre 19, 2005
La palabra "calle" ¿significa "libertad"?
Miguel, músico progresista en aquel entonces, que imprecaba a los servidores de la ley cuando ejercían su labor represora contra sustancias lúdico-festivas (otra letra del individuo: ¡sal corriendo, esconde el "tate", que la "pasma" está en la calle!) y que ahora no se corta ni un pelo en lanzar a los mismos funcionarios contra quien ose compartir alguna de sus tonadillas en las redes de pares o en la manta, en aquellos momentos fue íntimamente conmovido por su experiencia de hacer un concierto en el patio de un centro penitenciario y departir unas horas con varios cientos de reclusos.
En aquella ocasión le llamó poderosamente la atención que calle cobraba un sentido completamente distinto dentro de los muros de la prisión, diferente de lo que hasta entonces pensaba que era su única acepción.
Hoy he leído en Ideal.es (gracias Emilia) la noticia de que para un hombre, que se me antoja bueno quién sabrá por qué, la palabra cárcel significa hogar.
No tiene nada ni a nadie fuera de la cárcel. Ni oficio, ni beneficio. Con la claridad de la gente sencilla, Eduardo nos cuenta cómo su castigo se ha convertido en su única salvación. Y cuando el castigo que una sociedad impone al delincuente termina siendo para él más bálsamo que represión, más caricia que palo, está claro que es la piel la que ha mutado. Queda saber si ha sido la misma piel de Eduardo, o la de la porra con la que le intentaron reformar.
Cuando una persona se autoinculpa de diversos delitos con el único fin de permanecer guarecido bajo el techo de la trena, deja al mismo tiempo al descubierto por lo menos dos reflexiones. La una nos recuerda que la labor de la prisión, en un estado de derecho, es regeneradora y reinsertora. Eduardo nos enseña, desde los surcos que el miedo al mundo ha labrado en su cara, que eso suele fracasar. Si alguna duda hubiera, además lo dice explíctamente: se sale de una cárcel peor que cuando se entra. Blanco y en botella...
La otra reflexión es, si cabe, menos amable. Y habla de lo violento e inhumano del entorno. De lo invivible que se torna un ambiente cuando se piensa de diferente manera, cuando se crece en otro mundo, cuando, en definitiva, se es distinto. Aunque lo más grave es que todo esto no corresponde a la cárcel. Lo violento, inhumano, invivible es la calle para Eduardo. Ese mundo normal que los demás disfrutamos y que a él se le niega, ya no por justicia, sino por naturaleza, que es más grave.
A Eduardo no hay que reformarle, porque su único delito fue el de robar un frasco de colonia hace nada menos que 32 años (tirando por bajo). Y ya no sabe uno siquiera si habría que reinsertarle. A él le ha sacado el sistema de la calle para transformarle no se sabe muy bien en qué. Le ha sacado de su libertad para ya nunca poder devolvérsela.
Para él ya no queda calle, ni libertad, ni sitio en el mundo que no tenga rejas. A él se le ha insertado en su código genético el triste cántico del ¡que vivan las caenas!.
martes, mayo 17, 2005
Comunicación e Identidad
En el Reino Unido, en el famoso Condado de Kent, ha aparecido un joven misterioso, desnudado del don de la palabra, cuyo primer instinto frente a sus rescatadores fue el de dibujarles en un trozo de papel una bandera sueca y un piano. Nada más dijo. No articuló vocablo. Pero cuando un asistente social le condujo, movido por una sagrada intuición, al piano de la capilla del Medway Maritime Hospital, donde le acogieron, el extraño muchacho estuvo horas interpretando música, propia y ajena.
Ahora las autoridades han empezado una campaña para asignarle un nombre conocido-para-alguien, para recuperar su identidad. Como si la identidad fuese cosa tangible que se pudiera recuperar. Como si pudiera perderse del mismo modo que podemos perder las llaves del coche, o un paraguas tras la tormenta.
Margaret Mead dice que "nuestro pensamiento nos ata al pasado" y de esa manera puede que conforme nuestra identidad. Y que esa misma identidad nos sirve de fondeadero seguro sobre el que esperar el futuro. En el caso del Hombre del Piano, como se le ha dado en llamar, parece que su desterritorialización le causa más problemas a sus salvadores que a él mismo. No es difícil imaginarle arrobado por el sentimiento ante el teclado, feliz quizá de comunicarse de esa manera, mientras los sufrientes son -somos- los demás. El desubicarnos nos desarraiga culturalmente, o eso pensamos quienes no nos hemos desubicado, y quienes, habiéndolo hecho, prestan oídos a los teóricos. El pensamiento y su hija predilecta, la cultura, nos atan al pasado, como decíamos.
Pero ahora, de la mano de este muchacho, sin más amparo que su talento (¿cuántos podrán decir esto?) descubrimos la metáfora: la música como interfaz, entre el humano y el mundo, entre el ciudadano y la realidad. Afirmando su yo en recursos no verbales, infinitos, define su identidad de la única manera posible, como camino de diferencia. Y nos muestra lo que pensábamos que era la identidad como una dimensión subjetiva de los sujetos sociales, una convención más que nos hace discretos a unos de otros, pero nada más. Contingente. Lo que creíamos (y aún creemos mayoritariamente) que es la identidad, conforma un instrumento más del poder, que siempre trata de identificarnos para ejercer su control.
Por eso intentan ahora identificarlo, como si él no lo hubiera hecho ya arrancando del instrumento lo que le define por atribución. El pasado, la memoria, hacen parecer a la identidad como algo anclado e inmutable. Pero el Hombre del Piano nos cuenta otra historia distinta, en la que los atributos del hombre, tan accesorios ellos, le identifican y definen. Y el devenir no es más que el río donde los atributos navegan, moldeándolos en su fluir y curtiéndolos al aire de su corriente.
Es curioso que la música nos haga otra vez un guiño, y el piano tenga un primo muy cercano llamando clave.
jueves, mayo 12, 2005
Abanibi obohebev (II)
Abanibi obohebev trata de ser una serie de posts -que se irán mezclando con aquellos otros de actualidad que me llamen la atención como hasta ahora- y cuyo leit motiv es el de poner bajo una lente esas verdades que siempre hemos considerado incuestionables. Como, por ejemplo, que abanibi obohebev quiere decir te quiero, amor en hebreo (que resulta que sí significa eso, pero ha sido bueno comprobarlo, ¡hombre, ya!).
El otro día, en el metro, escuché a dos madres jóvenes (al menos una lo era, porque hablaba de su hijo pequeño y de cierto problema que había tenido en el patio del colegio con una compañerita suya) la siguiente perla, por demás conocida: Los niños son muy crueles. Familiar, ¿no?
Siempre he sido un convencido de que hay dos cosas en el mundo que pueden hacer que nos reconciliemos con la vida: los niños y los animales. Y estos dos conceptos se encierran en uno: lo natural, definido por oposición a lo social, que es un vicio derivado de lo primero. Necesario, inevitable, pero vicio al fin y al cabo.
Los niños encarnan todo lo bueno que alguna vez el ser humano pueda detentar. Inocencia, sinceridad, ganas de aprender, capacidad de sorpresa; en definitiva, potencia pura. Son humanos en potencia, son seres excepcionales por el mero hecho de encontrarse aún por estrenar.
Pero no. Resulta que son crueles o pueden, coyunturalmente, llegar a serlo, según la aseveración universalmente aceptada.
El muchachete en cuestión, por lo que pude percibir (el metro a determinadas horas bulliciosas no es un buen sitio para tratar de aislarse de las conversaciones ajenas, por muy bien educado que uno esté), le había dicho a una amiguita del cole, que “vaya orejones que tienes” (sic). Muy cruel, el niño. El caso es que la madre le explicaba a su interlocutora que “es que la niña tiene unas orejas…”.
Así que sólo me cabía una respuesta a lo absurdo de la cuestión. “Quizá” la crueldad no está en el niño, que describía un atributo de la niña, sino en que, por algún motivo, el tener las orejas grandes (o cualquier otra característica no estándar) no debe de estar bien visto. La sociedad, esa conveción suprema a la que todos nos debemos de ceñir, castiga con su mofa a quien tiene unas orejas más grandes de lo habitual, por poner un ejemplo. Pero no, el cruel es el niño que lo dice, y no los demás que lo callan y que con su silencio aceptan estas injusticas, quien mira para otro lado cuando la pequeña lloraba porque le habían dicho que tenía las orejas grandes.
Cuántas veces callamos ante hechos y dichos injustos, sin imaginarnos que un día verterán sobre nosotros los venablos de su insidia, y seremos entonces nosotros quienes estemos solos.
Luego vinieron por los socialistas y los sindicalistas, pero como yo no era ninguna de las dos cosas, tampoco alcé la voz.
Después vinieron por los judíos, y como yo no soy judío, tampoco alcé la voz.
Y cuando vinieron por mí, ya no quedaba nadie que alzara la voz para defenderme.
jueves, mayo 05, 2005
Abanibi obohebev (I)
Si hay una frase que se ha hecho tristemente famosa y que pretende vestir de falsa modestia la conversa de cada vez más gente, es la de "yo no soy quién para juzgar a nadie". La frasecita dichosa menudea en mentideros y parlamentos varios, decorando con su redondez rítmica y llenando el silencio por el mero gusto que el hablante tiene de escucharse a si mismo. Como suele ocurrir en los modismos que se inyectan en nuestro lenguaje desnudos de toda reflexión, este desafortunado giro no aguanta, el pobre, ni la mitad de un análisis. Lo que sucede es que, fuera de su semántica, se advierte una mano oscura, una intención mediática quizá, que pretende adaptar nuestro pensar a estereotipos encorsetados.
Tenía Schiller una máxima demoledora: "...la lengua culta que crea y piensa por ti". Hoy tal aseveración se nos presenta (al menos a algunos de nosotros) como terrible.
Estas perlas (de las que espero poder dar cuenta poco a poco y con paciencia) que caen en el lenguaje de los comunes, suelen venir ataviadas con ricas vestimentas que les hacen parecer nobles, cultas. Adviértase en la expresión que nos ocupa, yo no soy quién para juzgar a nadie, una construcción cuidada, con su relativo muy bien puesto, con una musicalidad muy agradable y que además parece referirse a una muy noble intención: no juzgar a nadie. ¿Eh? Un momento. ¿Eso es noble? Vamos un paso más allá: ¿por qué no juzgar a nadie? ¡Ah, sí!. Es el otro aserto de la frasecita: porque no soy nadie. ¡Claro!
Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. Resulta que no somos nadie para juzgar a nadie. No tenemos criterio. Las personas son incapaces de juzgar los actos de las demás personas, simplemente porque son también personas. Ridiculo, ¿no? O quizá no tanto. Porque seguro que la asunción de esa incapacidad, el que nos creamos, aunque sea inconscientemente, poco ciertos de realizar juicio alguno, debe de beneficiar a alguien. Supongo, o juzgo, que habrá de ser mucho más fácil gobernar o dirigir a una masa sin criterio, sin capacidad de juicio, que a un pueblo pleno de derechos, incluso del derecho a juzgar. Sí, sí, a juzgar, a confiar en su espíritu crítico. Y eso da miedo.
Asi que mejor instilamos estas ideas en la plebe y en su ya de por si denostado caletre, escudándonos en el gregarismo que hace de la masa algo de lo que desconfiar.
De aqui a pedir el "soma" de Huxley tampoco media tanto, ¿no?
martes, abril 26, 2005
De conscientia stupefacta
Cuanto más tiempo pasa desde la aprobación en el Congreso de los Diputados, más rocambolescas se vuelven las declaraciones y las reacciones. La oposición tacha la ley de "radical". Una ley que salvaguarda derechos sin conculcar ningún otro, que permite a determinadas personas ejercer un derecho fundamental frente a la ley, cual es el del matrimonio, resulta que es radical. Debe de ser moderado, entiendo, el seguir discriminando a las personas por su opción sexual, impidiéndoles acceder a derechos que solamente se le reconocen a los matrimonios.
A poco que se lea entre líneas, esto no es más que un problema semántico. Perdón, morfológico. Porque semánticamente tampoco le veo incoherencia, toda vez que matrimonio designa una unión entre personas aun cuando el DRAE mantiene todavía en la definición el específico "entre un hombre y una mujer". La Real Academia Española ya ha manifestado su intención de incluir, sin modificar la original, una nueva acepción o acaso un modismo (matrimonio de homosexuales o entre homosexuales, aún está por ver) para dar cabida a la nueva realidad jurídica (social ya lo era). Así que el problema, según algunos, sería morfológico. Etimológicamente matrimonium se construye sobre mater. Y eso les vale a aquéllos para ver lo poco idóneo del término para las parejas del mismo sexo. "Es otra cosa" dicen. Manzanas y peras, como aquella insigne consorte, hoy concejala. Por tanto, aquellos matrimonios que no conciben, por natura o por decisión propia, son menos matrimonios, ¿no? Dado que no hay mater por ningún sitio... ¿Estos que serían? ¿Plátanos y ciruelas?
Mantener posturas tan moderadas bajo unos presupuestos sobre los que nadie de los que habla se ha molestado en reflexionar, se le antoja a uno poco menos que absurdo. Embestir de esta manera, con una cuerna tan endeble, suele hacerle más daño al cabestro que al embestido.
Y para terminar la faena, el insigne alcalde de la muy noble y leal ciudad de Valladolid se niega a oficiar, como su cargo le obliga y el servicio a sus conciudadanos, ninguna boda (o como quiera que a él se le ocurra denominar a dicho trámite) entre homosexuales, por motivos de conciencia. Suya y, por lo visto, de la de los demás, porque tampoco delegará en ninguno de sus concejales para ello. Con un par. Objeción de conciencia propia y ajena.
A ver si con suerte a los vallisoletanos ahora les va a dar por objetar que su conciencia les impide pagar impuestos municipales o multas de tráfico. No quiero dar ideas.
A algunos ya no les queda ni el recurso de apelar a su idiocia, si acaso no se lo pudiera impedir el nemo auditur propriam turpitudinem allegans. Aunque con gusto les apearía del turpitudinem y les regalaría un stultitiam, de buen rollo.
lunes, abril 18, 2005
Como en sordina
Si siempre hemos dudado de la realidad como si fuera una ficción muy bien tramada, ahora las cosas se están saliendo de madre. Y a lo mejor para bien.
viernes, abril 15, 2005
La Edad de las Palabras
Asi que no fue para tanto el descubrimiento de Arsuaga; nada más lo maquilló un poco para poder llenar un auditorio, supongo. Que hace tantísimo tiempo un antepasado nuestro se levantase sobre sus extremidades traseras (en adelante, inferiores) y la laringe se le cayera unos centímetros, dista mucho de que el pobre empezase a declamar versos y prosas por las tierras burgalesas. Cabría preguntarse primeramente qué le hizo levantarse, y para qué lo necesitaba. Quizá el primer manos libres de la historia fue un madero, o una quijada de animal (¡qué manía con la quijada!, ¡cuánto daño le hizo Caín a la iconografía de la violencia!), para abrirle la cabeza a un semejante.
El lenguaje vino después. Con la concepción de símbolos según los antropólogos. No hay lenguaje sin capacidad simbólica, dicen. Y uno se pregunta dónde quedaron esos símbolos. En qué lugar del mar de modismos, de frase hechas, de expresiones prestadas. Qué labor creativa le queda al lenguaje fuera de la literatura. Y fuera de la mentira, que es la cara amarga y pobre de la literatura.
Una mentira repetida 1000 veces se convierte en verdad, decía ese amigo de los niños (en especial de los suyos) que era Goebbels. Y en eso hemos quedado. En mentiras y sus versiones. Desde lo “bien” que iba España antes, hasta lo “mejor” que va ahora. Desde que los “atentados islamistas son consecuencia del tremendo éxito de la Conferencia de Donantes” hasta que “la dignidad de un piso no se mide en metros cuadrados”. Y así podemos ilustrar cientos.
500.000 años hablando, dice Arsuaga. A lo mejor llevamos 500.000 años desperdiciando la oportunidad de quedarnos calladitos, que estábamos “más monos”.
jueves, abril 07, 2005
La muerte de un gran hombre
Las loas no cesan en todos los medios de comunicación y se ha sabido que su deseo era descansar en el mismo mausoleo que su admirado antecesor, el ideólogo que le hizo ser el hombre que la historia recordará.
Tras casi 30 años de liderazgo todos nos hacemos ecos de los logros de su mandato, iluminando el camino. Siguen llegando millones de personas para los que los tres días de velatorio se les hacen escasos. Menudean los desvanecimientos entre sus seguidores, y las autoridades han de prestar su ayuda a los más débiles que tampoco han querido ahorrar su esfuerzo para mostrar su fervor.
Son toneladas de papel las que se imprimen para alabar los logros de este gran hombre que la historia habrá de juzgar.
Moscú, 6 de Marzo de 1953
Exequias de Josef Stalin
lunes, marzo 28, 2005
Ya están pisando nuestros pies...
Este muchacho, proveniente de otro diario de intachable solvencia ideológica (La Razón), se entretuvo en su adolescencia periodística como corresponsal de guerra, pero del sector crítico. Crítico del gremio, no de la guerra, ya veréis luego. Alardea el mozalbete de haberse ejercitado en el conocimiento de "la tribu" como el lo llama (sin darle gracias a Reverte ni nada, pa' que?), el gremio periodístico, vamos, y más concretamente de su especialidad del cronista de guerra.
Armado con la lanza de la ironía (que ciertamente domina) se dedicaba a hacer chanzas en el frente con el propio oficio de informador. Ignoro cuál era la idea que sus compañeros de batallas tenían de él, pero adivino que no debía de ser muy feliz (la idea, porque él se partía el pecho en Afganistán y no precisamente de dar barrigazos en las trincheras).
Pues de este fulano se han leído cosas como que Ánsar (sic) nos habia metido el terrorismo islámico en casa (nunca habría imaginado que meses más tarde iba a dar en todo el blanco), para apenas un año después criticar agriamente la retirada de las tropas de Irak. Sin olvidar la mesura con que "justificó" el asesinato de Couso como avatares de un reportero de guerra que no han de buscar culpable ninguno. Esto les tuvo que hacer mucha gracia a sus antiguos compañeros de oficio.
Se le ha definido como icono de la derecha española, por su renovado carácter conservador, que es, al parecer, ponerle al yugo y las flechas un monitor TFT de 17 pulgadas y un teclado inalámbrico.
Dice que ha aceptado la propuesta de pedrojota por ilusionante y porque "se ve" en El Mundo. Lo que no dice es que hace meses el de los tirantes ya le tiró los tejos y no se lo llevó a la calle Pradillo. Ahora, con mucha más pasta por delante, sí le ha ilusionado la cosa. Nada que objetar. Todos trabajamos por dinero. Otra cosa es que sólo "hablemos" si nos pagan, como pudo constatar periodistadigital.
Yo ya estoy echando de menos a Paco (el de La Rosa y El Látigo, no el del caballo de bronce).
viernes, marzo 18, 2005
Adiós, César Visionario, adiós (*)
40 años de su paz avalaban la solvencia de la espada ensangrentada.
Y una noche emprendió el vuelo. La tierra, de chica que era, le resultaba ya insuficiente, campo estéril donde no derramar ya ni una sola de sus semillas. Ni sus medallas lo retuvieron, ni su gloria lo sostuvo en pie, ni el mundo quiso saber ya nada más de él.
Ve, guerrero incierto, a otros lares donde los de tu especie han de buscar reposo. Parte, con el peso de la Historia maldiciendo tus redaños. Y descansa de una vez, si por ventura tus víctimas pudieran algún día perdonarte.
Con la voz queda de alguno de los tuyos, cubiertos ya de polvo, púdrete, Caudillo, en la sima terrible de la que nunca debiste de salir.
Ad maiorem Dei gloriam.
(*) "César Visionario" fue uno de los apelativos recurrentes que a Francisco Franco le otorgó una rama de la literatura fascista de los años 40 y 50 en España. Además conforma parte del título de una magnífica novela de Francisco Umbral, "La Leyenda del César Visionario", España, Seix-Barral, ISBN: 84-322-3123-1
jueves, marzo 17, 2005
Siguiente paso: Educación proactiva
Y, cuando menos, esto me dejó algo frío, una especie de desasosiego me invadió y resulta que empecé a entender muchas cosas.
Si, como parece, el mundo ha cambiado algo desde el siglo XIX hasta nuestros días, no se entiende muy bien que el paradigma educativo no lo haya hecho de la misma manera, cuando no anticipadamente como cabría esperar de un educación eficaz que nos preparase a todos para lo que se vislumbra en el futuro, y no sólo para lo que el presente ofrece. Resulta que es todo lo contrario. Nos da conocimientos de la manera en que se formaba hace más de cien años.
Dedicarnos a debatir, como hacen nuestros políticos, sobre la manera de dividir el "tiempo" de la educación (que si X cursos divididos en X años y a su vez en X asignaturas), será esfuerzo baldío desde el momento en que el mundo exige imperiosamente a los responsables educativos otra manera, otro modo de enseñar, de formar.
Cuando el acceso a la cultura, a los recursos histórico-culturales, era discreto, cabía comprender que una persona -el profesor- se dedicase a sintentizar esos conocimientos y los tratase de comunicar a su auditorio, a su aula, a su alumnado. Desde que el acceso a esos mismos recursos se ha democratizado -de alguna manera-, y prácticamente todo el mundo tiene a su disposición ingentes fondos culturales, bibliográficos o no, esto debería haber provocado hace años una revisión del paradigma educativo. Y no lo hizo.
En los días actuales, con la llegada de Internet, esto aún se concibe menos.
¿No deberíamos de formar a nuestros hijos, a las generaciones venideras, no tanto en lo que deben de saber, como en lo que deben de preguntar? Cuando toda la información está disponible simultáneamente, cuando todos los datos que podamos necesitar sobre cualquier tema están a tan sólo un par de clicks de ratón, personalmente me preocupa escoger muy bien lo que voy a buscar, lo que voy a preguntar. El resto está ahi, ya disponible. Tanto mejor formación obtendré y disfrutaré, cuanto mejores y más precisas sean mis preguntas. Por tanto, creo que la educación ya no es la manera de transmitir conocimiento, sino la manera de incentivar la búsqueda del mismo, teniendo los medios que tenemos para lograrlo.
En la medida en que logremos hacer que los que aprenden además comprendan, y se muevan por sus propios intereses, habremos conseguido dos grandes logros que la humanidad moderna necesita como aire fresco: uno es el de hacer de cada individuo un repositorio único de conocimiento, toda vez que habrá aprendido lo que sus capacidades y sus intereses, distintos de los de los demás, le hayan llevado a conocer. Y otro es acelerar, al tiempo que aligerar, el proceso cognitivo de los jóvenes, liberados de disciplinas que rara vez comprenden por el mero hecho de venir impuestas. Dejo aparte, por subjetivo, el placer que la adquisición de conocimientos de este modo procura. Se aprende más rápido (está demostrado), pero sin ninguna sensación de premura.
Dice un proverbio oriental:
Dime cómo se hace algo y lo olvidaré, enséñamelo y lo recordaré, pero déjame hacerlo a mí y lo comprenderé.
jueves, marzo 10, 2005
Morirse del éxito
El mundo se ha hecho cada vez más apasionante de ser vivido, y es el escenario perfecto para demostrar antiguas tesis para cuya experimentación se hubiera necesitado el planeta todo como mesa de laboratorio.
En nuestra incesante búsqueda de hacer las cosas cada vez más fáciles, a menudo caemos en la tentación de facilitarnos todo aquéllo que no nos hacía ninguna falta. Con medios cada vez más avanzados, ponemos a disposición de las personas nuevos bienes y servicios que, no sólo jamás habían pensado en tener, sino que nunca hubieran necesitado, de no existir la Radio, la Televisión, "la" Internet. Y ahí viene la segunda tesis: crear necesidades que nunca se tuvieron en beneficio de algún mercado.
Encontraremos otros foros y mejores oportunidades para hablar de ello, pero en uno de mis últimos pensamientos se me ha venido a la mente alguno de sus "daños colaterales", bello eufemismo para designar a las víctimas inocentes.
Ya no se necesita prácticamente nada fuera del alcance de los comunes para hacer fotografias indiscriminadamente de todo lo que a nuestro paso se alza, toda vez que ya casi todos los teléfonos móviles cuentan con algun adminículo de captura de imágenes. Igualmente, cualquier adolescente de un país acomodado cuenta en su casa con su web-cam y su conexión a Internet.
Hace ya tiempo Gyslain Raza se hizo famoso con su espada láser, remedando a cualquier caballero jedi que se precie de serlo. Su video dio la vuelta al mundo entero y le causó no pocos problemas psicológicos, depresiones, etc. Hace menos, Gary Brolsma ya ha visto como su puesta en escena de la cancioncilla despreciable de Dragostea ha sido descargada más de 2 millones de veces (y subiendo; yo me la acabo de descargar hace un ratito). El se ha enclaustrado en su casa de Nueva Jersey y no quiere saber nada de los cientos de llamadas de los medios que recibe, ni de los millones de e-mails que recibe.
Esto viene a cuento de que cualquier acto, por inocente que éste sea, es susceptible en estos tiempos de hacernos los más desgraciados parias de la Red, Medios técnicos que no hace mucho estaban al alcance sólo de unos pocos, ahora se ofrecen a un coste ridículo para cualquier habitante del primer mundo y pone a nuestro alcance la distribución de contenidos con un simple click de nuestro ratón. Otra cosa es que eso NOS sirva para algo realmente útil, o hagamos de ello una burda trivialización y alarde técnico.
Incluso este weblog que ahora estás leyendo responde al mismo sentimiento pagado de sí mismo, soberbio a veces, de utilizar determinados medios para intentar decir algo, sin pararnos a pensar si lo que decimos tiene alguna utilidad, si beneficia en algo a alguien.
Vemos la Red inundada de spam, de virus, de hoax, de tantísimas cosas que conforman una mayoria de tráfico basura que es necesario pensar si todo esto no se estará volviendo en nuestra contra. Cuando pienso en la cantidad de tiempo que ahora me paso eliminando correo basura que no he solicitado, o incluso que sí he solicitado pero que ya no me interesa más. Cuando pienso en el tiempo que perdemos en afinar una búsqueda en Internet cuando nos asfixian tantos resultados inútiles, tantos "falsos positivos", siempre termino preguntándome en qué empleaba todo ese tiempo antes de utilizar estos medios. Probablemente a suplir carencias que ahora SI tengo cubiertas con los mismos medios, pero no logro recordarlo.
lunes, marzo 07, 2005
Música perfecta
Imaginémonos ahora el panorama. Si la tecnología se impone en aras de una mayor rentabilidad industrial, como en toda sociedad avanzada debería de ocurrir, ya no tendríamos que preocuparnos por adquirir cuantos CD's quisiéramos, dado que tenemos asegurado que todo lo que se grabe habrá de ser de nuestro gusto. Necesariamente. No puede ser de otro modo. Desparecerá esa sensación incómoda de adquirir uno de los siempre económicos CD's debido a que una canción contenida en él nos gusta, y aun a sabiendas que los otros 9 cortes poseen una calidad musical comparable a la del surtidor de gasolina más próximo. Ahora podremos estar seguros de que las discográficas solamente editarán los Cd's con los 10 cortes perfectos, agradables a todo oido humano y gusto musical sin excepción. En su sempiterna búsqueda del mejoramiento humano, la industria de la música podrá seleccionar con una eficacia desconocida hasta el momento únicamente aquello que haga del mundo algo más bello.
Cuántas horas nos habríamos ahorrado escuchando música transgesora, de esa que siempre ha roto patrones perfectamente establecidos, si esta tecnología hubiera estado disponible hace tiempo. Hubiéramos pasado por alto innovaciones tan gratuitas como el Rythm & Blues, que tanto daño le hizo al Jazz, o incluso más, podriamos haber obviado la dodecafónica, tan transgesora, e incluso, me atrevo a más, si Cabezón hubiera dispuesto de una herramienta asií y poder en su época, jamás habría dejado que esos barrocos melenudos hubieran podido publicar ni una sola nota.
Asi que ya podemos estar tranquilos. A partir de ahora las discográficas, en su constante vigilia por el gusto musical moderno, acariciarán nuestros oídos sólo con piezas que ellos consideren adecuadas y, secundariamente, rentables. El lema es: "Adiós Medesky, bienvenida Chenoa".
No os preguntéis nada más, ni qué tendencias surgen, ni qué nuevas lecturas se hacen de los clásicos. Solo preguntaros, "...tú de qué vas, mirandome atrás?"
viernes, marzo 04, 2005
Los PC's del vicio
Resulta que ahora los cibercafés y demás locales de acceso a Internet no podrán permitir que sus usuarios jueguen a nada y regulan su funcionamiento como las "máquinas de tipo A", es decir, las tragaperras de toda la vida. (http://www.dominiuris.es/pdf/decreto12-05.pdf)
Nuevamente, como "se puede" jugar en un PC (al Call of Duty o a la ruleta, da igual), ya se les trata como máquinas tragaperras, de igual manera que como en un CD virgen se pueden copiar materiales protegidos por copyright, a los usuarios se nos cobra un canon por los delitos que vamos (indefectiblemente) a cometer.
Visto el animo del legislador chino, saudí o vallisoletano, asaz progresista siempre él, cabe ahora preguntarse si no empezarán a tratar a los hoteles como locales de alterne (podemos llevar mujerzuelas), a los autobuses como bibliotecas (anda, que no lee gente camino del trabajo!) y a los hospitales como mazmorras sado con las dominatrix vestidas de blanco.
Si los políticos y legisladores se dedicasen a legislar y no a hacer cábalas absurdas...
A vueltas con los homenajes
Sin ser creyente en absoluto, entiendo la propuesta de la Iglesia como un homenaje sentido a una serie de víctimas, fueran de la confesión que fueran. Me parece de muy mal gusto criticar y declinar una oferta amable de solidaridad y de homenaje a los caidos. Aunque esto recuerde aquel dia tan negro (alguien va dejar de acordarse porque no suenen las campanas? Se hará más dulce la memoria si callan los almínares?), creo que para una vez que la Iglesia, auqnue solo sea testimonialmente, quiere contribuir al acontecer diario, se le cercene esa intención (buena por donde se mire), y sobre todo se haga desde postulados tan peregrinos.
Y es que a uno se le revuelve algo por dentro cuando se busca la notoriedad por caminos tan aviesos.